A una semana del superclásico, aprobó su performance en materia de actitud, algo
que había sido cuestionado hasta por el presidente Daniel Angelici luego de la
derrota con Belgrano, en Córdoba, pero el nivel futbolístico se mantiene en
baja. En el empate de ayer con Estudiantes mostró garra para pelear cada pelota
en un campo pesado, condicionado por la lluvia, aunque casi nunca llevó
problemas al arco de Villar con algo elaborado. Demasiados pelotazos, incluso
nacidos desde Orion, para Silva y, a partir de allí, buscar atacar. Pero sin
ideas, sin sociedades. Enfrente, un Estudiantes que fue de mayor a menor,
aunque incluso en el final tuvo la chance más clara, con el desborde de Zapata
y la arremetida de Carrillo.
Boca sigue en deuda porque juega mal y porque lo
ve reflejado en los ultimos partidos en los que sumó apenas dos puntos de los últimos doce
en juego: tras vencer a Independiente el 16 de septiembre pasado, acumula
cuatro partidos sin triunfos.
Boca sigue en deuda porque no tiene líderes
futbolísticos que sean desequilibrantes en ofensiva. La aproximación más
peligrosa hay que encontrarla en el rechazo pifiado de Schunke tras un centro
de Sánchez Miño que dio en el palo derecho de Villar. Después, todos pelotazos,
centros que pretendieron ser más definidos por fuerza y empuje que lucidez.
Ayer Julio César Falcioni intentó con un buen recurso: darles cabida a los
juveniles Guillermo Fernández y Leandro Paredes, el primero apenas desequilibró
una vez, sobre el final de la primera etapa, con una pared con Clemente y una
asistencia para Viatri que habría terminado en gol si Villar no hubiese
respondido con velocidad para bloquearle el remate al delantero; y el segundo
fue reemplazado en el entretiempo luego de jugar un pobre partido: estuvo
demasiado pendiente de los remates desde fuera del área en lugar de generar
triangulaciones y movimientos colectivos. No fue nexo. A favor suyo, hay que
apuntar que el sistema de los pelotazos atenta contra los habilidosos.
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